¡Vaya excursión más bonita que realicé ayer!
Por fin uno de los sitios de mi Top 50 que me quedaban por visitar en esta vida lo he podido tachar de la lista. Ravenna, situada a orillas del mar Adriático, antigua capital del Imperio Romano de Occidente durante buena parte del siglo V y poseedora, tras Constantinopla (Estambul), del mayor conjunto artístico de mosaicos bizantinos del mundo, es verdaderamente impresionante. Merece la pena dedicar un día, vaya. O dos. No es casualidad que su patrimonio esté catalogado como de la humanidad por la UNESCO.
Salimos relativamente temprano Cris, Fernando y yo, sin prisa pero sin pausa, hacia el Este. La ciudad se encuentra a una hora escasa de Bologna, así que echamos un día completito desde el mediodía hasta el anochecer, que en estos meridianos y en esta época del año frisa las siete de la tarde. Un buen rato para pasear, ver iglesias, edificios diversos, perderse por sus calles pero, sobre todo, deleitarse con un magnífico conjunto de mosaicos bizantinos que no veía desde que visitara la antigua capital del Imperio Bizantino allá por 2003.
Primero visitamos la basílica de San Vitale y el mausoleo de Gala Placidia, que forman parte del mismo conjunto. San Vitale es, quizás, el mayor ejemplo de arte temprano bizantino en toda europa occidental. De planta pseudo-basilical y elaborada en ladrillo (como buena parte de los edificios de Ravenna y de toda la región), destaca por poseer un conjunto sobresaliento de mosaicos de época del emperador Justiniano, en el siglo VI, de un colorido y profusión que resultan realmente embriagadores. El mausoleo de Gala Placidia es un edificio anexo coqueto, pero también repleto de mosaicos contemporáneos al anterior y, que además, conserva el sarcófago paleocristiano de Gala Placidia, personaje sobresaliente a mitad del siglo V y trascendental en la historia de Roma y, por ende, de toda la humanidad.
Tras esta visita, fuimos corriendo (porque nos cerraban) a ver la basílica de Sant'Apollinare in Classe, el otro gran conjunto de mosaicos de la ciudad, de enorme riqueza y variedad. El edificio, una basílica del siglo VI con añadidos románicos, es ya de por sí impresionante, pero al sumarle lo anterior se convierte en algo espectular. Sin palabras.
Ya extasiados del todo, decidimos continuar la visita y terminar lo que nos quedaba por ver del patrimonio de mosaicos de la ciudad. En este caso, los dos edificios más sobresalientes que nos faltaban eran el Baptisterio Neoniano y unas estancias privadas del Obispo del antiguo palacio arzobispal, ambos espacios obviamente recubiertos de ricos mosaicos bizantinos contemporáneos a los explicados en los párrafos anteriores.
¡Por fin! Nos dio tiempo a ver todo antes de que cerraran, que aquí en Italia cierran demasiado pronto los monumentos (sobre las 17.30). Sin embargo, la visita no terminó aquí. Entre iglesia e iglesia nos dio tiempo a perdernos un poco por las calles de la ciudad, pero sobre todo, visitar un monumento que, personalmente, llevaba queriendo visitar desde que tengo uso de razón histórico-artística: el Mausoleo de Teodorico el Grande, rey de los Ostrogodos. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, los Ostrogodos crearon un reino fuerte en buena parte de la península itálica, sur de Francia y parte de la actual Croacia; Teodorico fue su rey más destacado y su mausoleo, una de las obras claves en Europa para entender la transición de la arquitectura romana (de la cual recibe muchas influencias) a la altomedieval. Es un edificio coqueto, realizado en piedra, de dos pisos de planta decagonal, pero no por fallo falto de solemnidad. Para la posteridad. Guau.
Finalmente, no podíamos irnos de Ravenna sin ver el mar. Esta ciudad me recuerda un poco a Valencia, que es costera pero no lo es. Es decir, el casco histórico se encuentra a unos 6 km de la actual línea de costa, que está salpicada por un conjunto enorme de pequeños pueblecitos llenos de apartamentos veraniegos. Sin embargo, a pesar del nulo valor artístico y cultural de esta parte de la visita, nos apetecía dar un paseo por la playa y disfrutar del olor a mar por unos instantes. Especialmente a mí, que si todo sale como planeo no volveré a verlo hasta dentro de un mes. Y entonces no será el Adriático, sino el Báltico. Espero que todo siga yendo como hasta ahora, ¡yo lo firmaría sin dudar!
Ya, tras un día exhausto de visitas, nos permitimos tomarnos un cafelito y poner la directa vuelta a Bologna. El camino por lo menos fue ameno, porque comenzó a caer el diluvio universal a mitad de camino, salpicado de un festival de truenos y relámpagos que no dejaron de amenizar la hora que duró el viaje de vuelta. Llovía tanto que el parabrisas a tope apenas dejaba ver el cristal y hubo ratos que sólo podíamos a 40 por la autopista. Pero vamos, diez minutitos escasos y ya comenzó a llover normal. ¡Así al menos no nos aburrimos en el regreso a casa y el coche se llevó un buen lavadito!
Por fin uno de los sitios de mi Top 50 que me quedaban por visitar en esta vida lo he podido tachar de la lista. Ravenna, situada a orillas del mar Adriático, antigua capital del Imperio Romano de Occidente durante buena parte del siglo V y poseedora, tras Constantinopla (Estambul), del mayor conjunto artístico de mosaicos bizantinos del mundo, es verdaderamente impresionante. Merece la pena dedicar un día, vaya. O dos. No es casualidad que su patrimonio esté catalogado como de la humanidad por la UNESCO.
Salimos relativamente temprano Cris, Fernando y yo, sin prisa pero sin pausa, hacia el Este. La ciudad se encuentra a una hora escasa de Bologna, así que echamos un día completito desde el mediodía hasta el anochecer, que en estos meridianos y en esta época del año frisa las siete de la tarde. Un buen rato para pasear, ver iglesias, edificios diversos, perderse por sus calles pero, sobre todo, deleitarse con un magnífico conjunto de mosaicos bizantinos que no veía desde que visitara la antigua capital del Imperio Bizantino allá por 2003.
Primero visitamos la basílica de San Vitale y el mausoleo de Gala Placidia, que forman parte del mismo conjunto. San Vitale es, quizás, el mayor ejemplo de arte temprano bizantino en toda europa occidental. De planta pseudo-basilical y elaborada en ladrillo (como buena parte de los edificios de Ravenna y de toda la región), destaca por poseer un conjunto sobresaliento de mosaicos de época del emperador Justiniano, en el siglo VI, de un colorido y profusión que resultan realmente embriagadores. El mausoleo de Gala Placidia es un edificio anexo coqueto, pero también repleto de mosaicos contemporáneos al anterior y, que además, conserva el sarcófago paleocristiano de Gala Placidia, personaje sobresaliente a mitad del siglo V y trascendental en la historia de Roma y, por ende, de toda la humanidad.
Exterior de la basílica de San Vitale, Ravenna |
Mosaicos de San Vitale, Ravenna |
Mosaicos de San Vitale, Ravenna |
Mosaicos de San Vitale, Ravenna |
Exterior del mausoleo de Gala Placidia, Ravenna |
Mosaicos del mausoleo de Gala Placidia, Ravenna |
Mosaicos del mausoleo de Gala Placidia, Ravenna |
Tras esta visita, fuimos corriendo (porque nos cerraban) a ver la basílica de Sant'Apollinare in Classe, el otro gran conjunto de mosaicos de la ciudad, de enorme riqueza y variedad. El edificio, una basílica del siglo VI con añadidos románicos, es ya de por sí impresionante, pero al sumarle lo anterior se convierte en algo espectular. Sin palabras.
Exterior de la basílica de Sant Apollinare, Ravenna |
Mosaicos de la basílica de Sant Apollinare, Ravenna |
Nave central de la basílica de Sant Apollinare, Ravenna |
Vista del interior de la basílica de Sant Apollinare, Ravenna |
Ya extasiados del todo, decidimos continuar la visita y terminar lo que nos quedaba por ver del patrimonio de mosaicos de la ciudad. En este caso, los dos edificios más sobresalientes que nos faltaban eran el Baptisterio Neoniano y unas estancias privadas del Obispo del antiguo palacio arzobispal, ambos espacios obviamente recubiertos de ricos mosaicos bizantinos contemporáneos a los explicados en los párrafos anteriores.
Exterior del Baptisterio Neoniano, Ravenna |
Mosaicos del interior del Baptisterio Neoniano, Ravenna |
Mosaicos de la cúpula del Baptisterio Neoniano, Ravenna |
¡Por fin! Nos dio tiempo a ver todo antes de que cerraran, que aquí en Italia cierran demasiado pronto los monumentos (sobre las 17.30). Sin embargo, la visita no terminó aquí. Entre iglesia e iglesia nos dio tiempo a perdernos un poco por las calles de la ciudad, pero sobre todo, visitar un monumento que, personalmente, llevaba queriendo visitar desde que tengo uso de razón histórico-artística: el Mausoleo de Teodorico el Grande, rey de los Ostrogodos. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, los Ostrogodos crearon un reino fuerte en buena parte de la península itálica, sur de Francia y parte de la actual Croacia; Teodorico fue su rey más destacado y su mausoleo, una de las obras claves en Europa para entender la transición de la arquitectura romana (de la cual recibe muchas influencias) a la altomedieval. Es un edificio coqueto, realizado en piedra, de dos pisos de planta decagonal, pero no por fallo falto de solemnidad. Para la posteridad. Guau.
Piazza del Popolo, Ravenna |
Calle del centro, Ravenna |
Mausoleo de Teodorico, Ravenna |
Mausoleo de Teodorico, Ravenna |
Finalmente, no podíamos irnos de Ravenna sin ver el mar. Esta ciudad me recuerda un poco a Valencia, que es costera pero no lo es. Es decir, el casco histórico se encuentra a unos 6 km de la actual línea de costa, que está salpicada por un conjunto enorme de pequeños pueblecitos llenos de apartamentos veraniegos. Sin embargo, a pesar del nulo valor artístico y cultural de esta parte de la visita, nos apetecía dar un paseo por la playa y disfrutar del olor a mar por unos instantes. Especialmente a mí, que si todo sale como planeo no volveré a verlo hasta dentro de un mes. Y entonces no será el Adriático, sino el Báltico. Espero que todo siga yendo como hasta ahora, ¡yo lo firmaría sin dudar!
Mar Adriático en Lido Adriano, Ravenna |
Ya, tras un día exhausto de visitas, nos permitimos tomarnos un cafelito y poner la directa vuelta a Bologna. El camino por lo menos fue ameno, porque comenzó a caer el diluvio universal a mitad de camino, salpicado de un festival de truenos y relámpagos que no dejaron de amenizar la hora que duró el viaje de vuelta. Llovía tanto que el parabrisas a tope apenas dejaba ver el cristal y hubo ratos que sólo podíamos a 40 por la autopista. Pero vamos, diez minutitos escasos y ya comenzó a llover normal. ¡Así al menos no nos aburrimos en el regreso a casa y el coche se llevó un buen lavadito!
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