Au revoir France! Y buon giorno Italia!
Esta mañana me he despedido de Eleonore. La verdad es que han sido unos días muy agradables, aunque hemos estado poco tiempo juntos, un rato a la hora de cenar y poco más. Sin embargo, ayer, como era el último día, celebramos jornadas gastronómicas transpirenaicas, ya que ella se regaló con una botella de Bordeaux y yo me curré una tortilla de patatas de 8 huevos buena, buena. Typical Spanish, como dicen por ahí... Y de la que cagó el moro. ¡Así que nada, hasta pronto y gracias por tu acogida, Eleonore! Por descontando, de la botella no quedó ni el corcho, aunque de la tortilla Ele se guardó la mitad para almorzar hoy, que tampoco era plan de que nos diera un subidón de colesterol.
Luego, he estado buena parte del día de hoy conduciendo. Salí de Arlés temprano, sobre las 8.30 de la mañana, camino de Italia. En principio hay tres grandes caminos que conectan Francia con Italia. Por un lado, el costero (por Cannes, Niza, Mónaco). Por otro, el norteño (por Grenoble a la altura de Francia y el valle de Aosta en Italia). Y, entre medio, otro alternativo y un poco más rebuscado, que es el del valle de Briançon en Francia y el valle de Susa en Italia. Este último es el que elegí, ya que quería ver algo de montaña en mi tránsito hacia el valle del Po y sentir un poco lo que debió de sentir Aníbal al cruzar los Alpes, aunque él iba con decenas de miles de soldados y elefantes, tardó varias semanas y lo hizo en pleno invierno y yo en cambio iba solo, en mi coche y tardé una mañana. ¡Como han cambiado las cosas!
Por ello, conduje desde Arlés hasta Aix-en-Provence, y de ahí poco a poco al interior hasta internarnos por un valle Alpino en cuyo final se encuentra la ciudad de Briançon, oficialmente la "ciudad" (por número de habitantes) que se encuentra a más altura de Europa (unos 1300 m). Es una ciudad muy bella, fundada en el siglo XVII junto con sus dos ciudadelas anexas por Luis XIV bajo la dirección del genial maestro de obras Vauban. Merece la pena detenerse unos instantes, perderse por sus callejuelas y degustar algún plato típico en alguna de sus terrazas, y más con varias horas de conducción en el cuerpo.
Luego, tras dejar atrás Briançon tocaba subir el puerto de montaña que separa Francia e Italia. No queda muy lejos, aunque tiene unas rampas y curvas curiosas y hay que ir despacito. Desde casi arriba del todo, todavía dentro del lado francés, la panorámica del valle alpino de Briançon es inmejorable. En la fotografía de abajo se puede ver, en mitad del valle y situado en la cima de un cerrete, la ciudadela de la ciudad (la misma se desarrolla en la ladera opuesta y queda oculta desde esta vista).
En un momento dado, la carretera tuerce bruscamente hacia el Este para remontar el puerto de montaña, aunque el valle de Briançon se prolonga hacia el Norte, conectando con otro que sale de Grenoble y que va a desembocar a los mismos pies del Mont Blanc. La panorámica de la prolongación del valle de Briançon es muy bonita también.
Finalmente, tras pasar la frontera y llegar a Italia, poca cosa que comentar. Bajada por el valle de Susa camino de la circunvalación de Turín, búsqueda de la autopista de Milán y a mitad de camino desvío hacia el Lago Maggiore. Por ahí, sin prisa pero sin pausa, comienzo a serpentear por ciudades de tamaño medio y nacionales de mala muerte con más rotondas que los carriles de los campos de Chiclana, hasta llegar a Induno Olona, muy cerca de Varese, de donde es mi amiga Serena (a quien conocí en Londres hace cuatro años y que no había vuelto a ver, aunque manteníamos el contacto), con quien me quedaré un par de días.
La anécdota, por llamarlo alguna manera, del día, porque poca gracia me ha hecho, me ha pasado en Briançon. Voy subiendo la rampa camino de la ciudad vieja buscando un sitio para aparcar cuando de repente veo una calle con una señal de dirección prohibida y varios coches aparcados en ella, aunque el tercero de ellos era un hueco libre. Me meto los 10 metros de calle que me hacen falta para aparcar, aunque marcaba dirección prohibida, para dejar el coche, cuando me salen ipso facto dos coches de gendarmes que me dan el alto. Documentación, carnet y datos del coche, me dicen. Que eso no se hace, que es peligroso. Pero mire usted, que sólo quería aparcar. Que no, monsieur, que no se puede hacer, y que o paga la multa o el coche se queda aquí. ¿Qué multa? Digo yo, haciéndome el loco. Son 90€. O los paga o se queda el coche aquí. ¿Pero cómo los voy a pagar? Venga ya, que son 10 metros nada más lo que me he metido, y para aparcar. Que o paga o búsquese una grúa para que le remolque el coche a su casa, me dice. Así que nada, pago, me hace un recibo firmado por él y dos compañeros suyos y se van tan contento. 90€ que salen de mi bolsillo y se van para pagar nóminas de trabajadores del ayuntamiento de Briançon. Vaya tela. Con la ley en la mano, lo tengo merecido, en lo que queda de viaje vamos, no me salto ni un ceda el paso. Intento no pensar en ello, pero me ha medio dado el día. Menos mal por lo menos que hace dos días me ahorré los 18€ del Pont du Gard, así que la multa es como si hubieran sido 72€ en vez de 90€, con eso, al menos, algo de consuelo gano.
¡Buenas noches!
Esta mañana me he despedido de Eleonore. La verdad es que han sido unos días muy agradables, aunque hemos estado poco tiempo juntos, un rato a la hora de cenar y poco más. Sin embargo, ayer, como era el último día, celebramos jornadas gastronómicas transpirenaicas, ya que ella se regaló con una botella de Bordeaux y yo me curré una tortilla de patatas de 8 huevos buena, buena. Typical Spanish, como dicen por ahí... Y de la que cagó el moro. ¡Así que nada, hasta pronto y gracias por tu acogida, Eleonore! Por descontando, de la botella no quedó ni el corcho, aunque de la tortilla Ele se guardó la mitad para almorzar hoy, que tampoco era plan de que nos diera un subidón de colesterol.
Luego, he estado buena parte del día de hoy conduciendo. Salí de Arlés temprano, sobre las 8.30 de la mañana, camino de Italia. En principio hay tres grandes caminos que conectan Francia con Italia. Por un lado, el costero (por Cannes, Niza, Mónaco). Por otro, el norteño (por Grenoble a la altura de Francia y el valle de Aosta en Italia). Y, entre medio, otro alternativo y un poco más rebuscado, que es el del valle de Briançon en Francia y el valle de Susa en Italia. Este último es el que elegí, ya que quería ver algo de montaña en mi tránsito hacia el valle del Po y sentir un poco lo que debió de sentir Aníbal al cruzar los Alpes, aunque él iba con decenas de miles de soldados y elefantes, tardó varias semanas y lo hizo en pleno invierno y yo en cambio iba solo, en mi coche y tardé una mañana. ¡Como han cambiado las cosas!
Por ello, conduje desde Arlés hasta Aix-en-Provence, y de ahí poco a poco al interior hasta internarnos por un valle Alpino en cuyo final se encuentra la ciudad de Briançon, oficialmente la "ciudad" (por número de habitantes) que se encuentra a más altura de Europa (unos 1300 m). Es una ciudad muy bella, fundada en el siglo XVII junto con sus dos ciudadelas anexas por Luis XIV bajo la dirección del genial maestro de obras Vauban. Merece la pena detenerse unos instantes, perderse por sus callejuelas y degustar algún plato típico en alguna de sus terrazas, y más con varias horas de conducción en el cuerpo.
Iglesia y fortificaciones de la cité, Briançon |
Entrada a la cité y ciudadela, Briançon |
Complejo defensivo abaluartado de la cité, Briançon |
Calle principal de la cité, Briançon |
Luego, tras dejar atrás Briançon tocaba subir el puerto de montaña que separa Francia e Italia. No queda muy lejos, aunque tiene unas rampas y curvas curiosas y hay que ir despacito. Desde casi arriba del todo, todavía dentro del lado francés, la panorámica del valle alpino de Briançon es inmejorable. En la fotografía de abajo se puede ver, en mitad del valle y situado en la cima de un cerrete, la ciudadela de la ciudad (la misma se desarrolla en la ladera opuesta y queda oculta desde esta vista).
Valle de Briançon, vista SO |
En un momento dado, la carretera tuerce bruscamente hacia el Este para remontar el puerto de montaña, aunque el valle de Briançon se prolonga hacia el Norte, conectando con otro que sale de Grenoble y que va a desembocar a los mismos pies del Mont Blanc. La panorámica de la prolongación del valle de Briançon es muy bonita también.
Valle de Briançon, prologanción N |
Finalmente, tras pasar la frontera y llegar a Italia, poca cosa que comentar. Bajada por el valle de Susa camino de la circunvalación de Turín, búsqueda de la autopista de Milán y a mitad de camino desvío hacia el Lago Maggiore. Por ahí, sin prisa pero sin pausa, comienzo a serpentear por ciudades de tamaño medio y nacionales de mala muerte con más rotondas que los carriles de los campos de Chiclana, hasta llegar a Induno Olona, muy cerca de Varese, de donde es mi amiga Serena (a quien conocí en Londres hace cuatro años y que no había vuelto a ver, aunque manteníamos el contacto), con quien me quedaré un par de días.
La anécdota, por llamarlo alguna manera, del día, porque poca gracia me ha hecho, me ha pasado en Briançon. Voy subiendo la rampa camino de la ciudad vieja buscando un sitio para aparcar cuando de repente veo una calle con una señal de dirección prohibida y varios coches aparcados en ella, aunque el tercero de ellos era un hueco libre. Me meto los 10 metros de calle que me hacen falta para aparcar, aunque marcaba dirección prohibida, para dejar el coche, cuando me salen ipso facto dos coches de gendarmes que me dan el alto. Documentación, carnet y datos del coche, me dicen. Que eso no se hace, que es peligroso. Pero mire usted, que sólo quería aparcar. Que no, monsieur, que no se puede hacer, y que o paga la multa o el coche se queda aquí. ¿Qué multa? Digo yo, haciéndome el loco. Son 90€. O los paga o se queda el coche aquí. ¿Pero cómo los voy a pagar? Venga ya, que son 10 metros nada más lo que me he metido, y para aparcar. Que o paga o búsquese una grúa para que le remolque el coche a su casa, me dice. Así que nada, pago, me hace un recibo firmado por él y dos compañeros suyos y se van tan contento. 90€ que salen de mi bolsillo y se van para pagar nóminas de trabajadores del ayuntamiento de Briançon. Vaya tela. Con la ley en la mano, lo tengo merecido, en lo que queda de viaje vamos, no me salto ni un ceda el paso. Intento no pensar en ello, pero me ha medio dado el día. Menos mal por lo menos que hace dos días me ahorré los 18€ del Pont du Gard, así que la multa es como si hubieran sido 72€ en vez de 90€, con eso, al menos, algo de consuelo gano.
¡Buenas noches!
Los franceses con las multas no se andan con chiquitas, además, si no tienes dinero en efectivo aceptan cheques y tarjetas de crédito jajajaja
ReplyDeleteYa me he dado cuenta! Tendré mucho ojo para cuando pase por Francia a la vuelta del viaje, por diciembre :)
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