¡Buenas tardes!
El último par de días han sido relativamente relajados, aquí todavía en la ciudad de Bologna. Es curioso, sólo llevo once días aquí pero siento como si llevara once años. Palabra. El callejero hace tiempo que lo desterré del bolsillo, me muevo por bus como si estuviera haciendo avenida arriba y avenida abajo en Cádiz, si alguien me para por la calle para preguntarme una dirección soy capaz de indicársela y para colmo me voy encontrado a gente conocida a la que me paro a saludar. Un tema, vamos. Si los que llevan toda la vida en La Viña son viñeros, yo me siento ya en parte bolognero.
La verdad es que llevo saliendo ininterrumpidamente desde el lunes pasado, pero es imposible cansarte de la vida nocturna de esta ciudad. Siento que voy a echar de menos muchas cosas, y eso que todavía no me he ido. El hielo en los cubatas es un recuerdo lejano (aquí en Italia es imposible encontrar una bolsa de hielo y hay que meter las botellas en el congelador en casa para llevarte el lote relativamente fresquito), pero se sobrelleva. En el recuerdo quedarán las copitas en vasitos de cumpleaños (imposible encontrar vasos de tubo), las birras de 8,5 grados del Lidl y las macrobotellas de lambrusco de 1,5 litros que entran finas como agua de manantial. Que hay que recordar que estos días soy Erasmus, y el presupuesto de los estudiantes es el que es. Camaleón, y lo que haga falta.
Pero sobre todo voy a echar de menos a la gente. Creo que me llevo buenas experiencias y algunos buenos amigos, a los que estoy seguro de que volveré a ver en el futuro. Con un poco de suerte, y si la ausencia de trabajo para entonces lo permite, tornaré a Bologna en primavera. Esta ciudad es fascinante. Pocos sitios creo voy a encontrar en el viaje como éste, pienso. Luego existo. Por tanto volveré a Bologna. ¡O por lo menos pondré todo mi empeño en ello!
Esta mañana incluso he medio madrugado (11.00) para preparar un potajito de lentejas en casa, como en los viejos tiempos en los que era yo el estudiante y me levantaba los domingos por la mañana para invitar a comer a los compañeros de piso, y hemos almorzado todos en familia. Se apetece de tanto en cuanto dejar la pizza, el arroz y la pasta y comer caliente para asentar el estómago, y la verdad es que ha entrado fino. Recuerdos y sabores de la tierra, potaje preparado al estilo cuartelero, como mi padre me enseñó a cocinar antes de irme a la universidad. No veas si ha llovido desde entonces. Y mucho.
Hoy será mi penúltima fiesta. Cenita en casa con amigos, y luego a Verdi a tomar unas birritas antes de darlo todo por ahí. Mañana hemos planeado una visita a la fábrica de Ferrari en Maranello, que hay por aquí unos cuantos fanáticos de la Fórmula 1 y pienso que puede ser muy interesante. Que no todo ha de ser antiguo, medieval y moderno. ¡Pardiez, un poco de siglo XXI para contrarrestar la balanza! Volviendo al tema anterior, penúltima fiesta porque mañana llegan mis padres y creo que descansaré para ver con ellos bien Bologna el sábado, que me hace mucha ilusión estar a tope pasado mañana para enseñarles la ciudad. Y luego, última noche bolognesa que seguro resultará interesante. Muchas personas que despedir, abrazos y besos a repartir por doquier. Me niego a que sea un adiós, como mucho hasta luego. Porque como he dicho, voy a volver al corazón de la Emilia-Romagna en primavera. Palabra. De momento, siento nostalgia; nostalgia anticipada de Bologna, y eso que todavía no me he ido.
¡Feliz tarde!
El último par de días han sido relativamente relajados, aquí todavía en la ciudad de Bologna. Es curioso, sólo llevo once días aquí pero siento como si llevara once años. Palabra. El callejero hace tiempo que lo desterré del bolsillo, me muevo por bus como si estuviera haciendo avenida arriba y avenida abajo en Cádiz, si alguien me para por la calle para preguntarme una dirección soy capaz de indicársela y para colmo me voy encontrado a gente conocida a la que me paro a saludar. Un tema, vamos. Si los que llevan toda la vida en La Viña son viñeros, yo me siento ya en parte bolognero.
La verdad es que llevo saliendo ininterrumpidamente desde el lunes pasado, pero es imposible cansarte de la vida nocturna de esta ciudad. Siento que voy a echar de menos muchas cosas, y eso que todavía no me he ido. El hielo en los cubatas es un recuerdo lejano (aquí en Italia es imposible encontrar una bolsa de hielo y hay que meter las botellas en el congelador en casa para llevarte el lote relativamente fresquito), pero se sobrelleva. En el recuerdo quedarán las copitas en vasitos de cumpleaños (imposible encontrar vasos de tubo), las birras de 8,5 grados del Lidl y las macrobotellas de lambrusco de 1,5 litros que entran finas como agua de manantial. Que hay que recordar que estos días soy Erasmus, y el presupuesto de los estudiantes es el que es. Camaleón, y lo que haga falta.
Pero sobre todo voy a echar de menos a la gente. Creo que me llevo buenas experiencias y algunos buenos amigos, a los que estoy seguro de que volveré a ver en el futuro. Con un poco de suerte, y si la ausencia de trabajo para entonces lo permite, tornaré a Bologna en primavera. Esta ciudad es fascinante. Pocos sitios creo voy a encontrar en el viaje como éste, pienso. Luego existo. Por tanto volveré a Bologna. ¡O por lo menos pondré todo mi empeño en ello!
Esta mañana incluso he medio madrugado (11.00) para preparar un potajito de lentejas en casa, como en los viejos tiempos en los que era yo el estudiante y me levantaba los domingos por la mañana para invitar a comer a los compañeros de piso, y hemos almorzado todos en familia. Se apetece de tanto en cuanto dejar la pizza, el arroz y la pasta y comer caliente para asentar el estómago, y la verdad es que ha entrado fino. Recuerdos y sabores de la tierra, potaje preparado al estilo cuartelero, como mi padre me enseñó a cocinar antes de irme a la universidad. No veas si ha llovido desde entonces. Y mucho.
Hoy será mi penúltima fiesta. Cenita en casa con amigos, y luego a Verdi a tomar unas birritas antes de darlo todo por ahí. Mañana hemos planeado una visita a la fábrica de Ferrari en Maranello, que hay por aquí unos cuantos fanáticos de la Fórmula 1 y pienso que puede ser muy interesante. Que no todo ha de ser antiguo, medieval y moderno. ¡Pardiez, un poco de siglo XXI para contrarrestar la balanza! Volviendo al tema anterior, penúltima fiesta porque mañana llegan mis padres y creo que descansaré para ver con ellos bien Bologna el sábado, que me hace mucha ilusión estar a tope pasado mañana para enseñarles la ciudad. Y luego, última noche bolognesa que seguro resultará interesante. Muchas personas que despedir, abrazos y besos a repartir por doquier. Me niego a que sea un adiós, como mucho hasta luego. Porque como he dicho, voy a volver al corazón de la Emilia-Romagna en primavera. Palabra. De momento, siento nostalgia; nostalgia anticipada de Bologna, y eso que todavía no me he ido.
¡Feliz tarde!
No comments:
Post a Comment