¡Buenos días!
Da gusto volver a estar en España, justo 80 días después de que cruzara la frontera en La Jonquera, camino de la Provenza francesa. Ayer por la tarde llegué a Pamplona, donde me alojo en casa de Javier y Caroli, ésta última prima de padre. Qué mejor excusa que hacer una parada en la capital de Navarra para ver a la familia y reponer fuerzas. Y de paso tomar unas cervezas y unos pinchos, sintiendo un poco de ajetreo y alboroto de esta vida nocturna tan típica de nuestro país. Ya me había acostumbrado a que fueran las ocho y media de la tarde y las ciudades se convirtieran en cementerios o velatorios. ¡Cuánta felicidad al sentir el caos de unas calles llenas de personas riendo, gritando y armando la de Dios hasta bien entrada la noche! Nunca me hubiera imaginado que lo echara tanto de menos.
Ayer por la mañana comencé la jornada en Bordeaux y, como no podía ser de otra manera, aproveché mi tránsito hacia Pamplona para hacer algunas visitas interesantes en el camino. Lo cómodo hubiera sido seguir la autopista por la costa hacia San Sebastián y luego desde ahí tomar la de Pamplona, pero claro, eso era lo fácil. Con lo que a mí me gustan las montañas, iba yo a desaprovechar esta ocasión. Así que nada, me dije, vamos a cruzar los Pirineos siguiendo uno de los caminos históricos más importantes, la ruta del Camino de Santiago por el desfiladero de Roncesvalles hacia el puerto de Ibañeta. Qué bonito.
La primera visita la realicé en Saint-Jean-Pied-de-Port, la última etapa en el Camino de Santiago en Francia y situado antes de comenzar la subida del puerto. Saint-Jean-Pied-de-Port se asienta en un ancho valle, justo cuando el terreno comienza a tornarse más y más abrupto, y está poblado por bellas casas encaladas de estilo añejo que recuerdan mucho a los caseríos típicos del País Vasco. Tradicionalmente vinculado al reino de Navarra, el pueblo todavía conserva muchos elementos de un pasado medieval interesante muy marcado por ser una parada importante en el Camino de Santiago. Todavía se conserva buena parte del perímetro amurallado, las cuatro puertas de entrada a la ciudad medieval, y una iglesia gótica muy coqueta. Luego, en época moderna, cuando la ciudad pasa a dominio francés, estos la refortifican y crean una ciudadela en su parte superior y un nuevo cinturón de murallas abaluartadas que abrazan los nuevos arrabales, de las que aún se conservan algunos restos. Una visitilla interesante y reconfortante.
Luego, a comer algo y a ponerse en carretera, que todavía quedaba lo más duro del viaje, la subida al Puerto de Ibañeta. Nada más salir de Saint-Jean-Pied-de-Port y cruzar la frontera con España, comienza lo divertido. La carretera de subida al puerto discurre por un desfiladero poblado de enormes riscos y frondosos bosques que poco a poco va ganando altitud después de pasar decenas de curvas, a menudo muy cerradas. Una subida lenta y tortuosa, pero de enorme y bello valor paisajístico. No en vano, es aquí donde la tradición ubica la derrota de Carlomagno, cuando la retaguardia de su ejército fue atacada por los vascones, hecho histórico que inspiró la famosa Chanson de Roland. No es difícil imaginarse, al adentrarse por el valle, a aguerridos montañeses encaramados en lo alto de inaccesibles riscos lanzando todo tipo de piedras y proyectillos a unos indefensos francos que poco o nada pudieron hacer por salvarse de esa lluvia mortal. Pobre gente, pero quién la mandaba a Carlomagno haber quemado Pamplona a su vuelta de Zaragoza y enfadar a los vascones. Que entonces, como hoy en día, ya eran reconocidos por su cabezonería.
Finalmente me quedaba por visitar el pueblo navarro de Roncesvalles. Si por el lado francés el valle es abrupto y tortuoso, por el lado español la bajada es suave y escalonada, repleta de innumerables prados y pequeñas mesetas donde afloran pequeños caseríos y pastan a sus anchas rebaños de ovejas y vacas. Roncesvalles lo conforman apenas un puñado de casas, un albergue del siglo XIII y otro del siglo XVIII, un hospital de peregrinos de época contemporánea, una edificación un tanto peculiar románica utilizada como osario, una capilla gótica y la Iglesia de Santa María, una joya del gótico de principios del siglo XIII construida al más puro estilo de la Île de France. Roncesvalles para mí tiene un enorme valor, tanto histórico como sentimental, y por ello he decidido cruzar la frontera por este punto.
A nivel histórico, Roncesvalles era una parada obligatoria en el camino de Santiago, donde los peregrinos descansaban después de afrontar la tortuosa subida del puerto de Ibañeta. También, por otro lado, fue el lugar escogido por el rey navarro Sancho VII el Fuerte como lugar de enterramiento, cuyo cuerpo descansa en una capilla anexa al claustro de la Iglesia de Santa María. Además, es en el museo del pueblo donde se conservan las cadenas y la esmeralda del Almiramamolín, arrebatadas por este rey al califa almohade en el transcurso de la batalla de las Navas de Tolosa, allá por el año 1212. Qué pena que el museo y el claustro estuvieran cerrados por la tarde. El hecho de que sea temporada baja no ayuda, y mucho menos que las administraciones estén a dos velas. Maldita crisis. En fin, otra vez será, habrá que volver en otra ocasión a Don Sancho.
Por otro lado, para mí Roncesvalles tiene un enorme valor sentimental. La última vez que estuve en el lugar fue unos quince años atrás, cuando tenía diez u once años. Estábamos pasando las vacaciones mis padres y yo en Pamplona, en compañía de nuestros parientes navarros, cuando hicimos la típica excursión de un día para conocer los alrededores, y entonces aterrizamos en Roncesvalles. Recuerdo un día de intensa niebla, donde apenas se podía ver más allá de dos pasos de distancia. Entonces bajamos del coche y entramos en la Iglesia de Santa María. Yo ya había estado en otras iglesias en el pasado, pero quedé anonadado por la belleza de su arquitectura y sus finas formas. Entonces Javier, el marido de Caroli, se sentó a mi lado y me comenzó a dar la que quizás fue mi primera clase de Historia del Arte. Que esto es arte gótico, típico de la Edad Media. Fíjate en esas bóvedas de crucería, como la clave central reparte el peso entre los cuatro nervios, que a su vez descansan en los pilares. Fíjate también en los arcos apuntados, que permiten adelgazar las parades, ganar en altura y colocar extensas y coloridas vidrieras. Quizás aquel día, en ese lugar recóndito del pirineo navarro, comenzó mi pasión por la Historia, la arquitectura y la Historia del Arte, quién sabe. Lo que sí es cierto es que a partir de entonces comencé a mirar los edificios, sobre todo antiguos, con otros ojos. Bonita historia. Y lo mejor de todo es que la recuerdo como si fuera ayer. Quizás me hago mayor.
Finalmente, cuarenta minutos más de coche y llegada a Pamplona, donde me esperaban Caroli y Javier y he podido también departir con mis primos Fermín y Guillermo, a quienes por circunstancias de la vida hacía varios años que no veía. Y hoy a ver qué se tercia, porque todavía me quedaré un día más en la ciudad. ¡Un saludo!
Da gusto volver a estar en España, justo 80 días después de que cruzara la frontera en La Jonquera, camino de la Provenza francesa. Ayer por la tarde llegué a Pamplona, donde me alojo en casa de Javier y Caroli, ésta última prima de padre. Qué mejor excusa que hacer una parada en la capital de Navarra para ver a la familia y reponer fuerzas. Y de paso tomar unas cervezas y unos pinchos, sintiendo un poco de ajetreo y alboroto de esta vida nocturna tan típica de nuestro país. Ya me había acostumbrado a que fueran las ocho y media de la tarde y las ciudades se convirtieran en cementerios o velatorios. ¡Cuánta felicidad al sentir el caos de unas calles llenas de personas riendo, gritando y armando la de Dios hasta bien entrada la noche! Nunca me hubiera imaginado que lo echara tanto de menos.
Ayer por la mañana comencé la jornada en Bordeaux y, como no podía ser de otra manera, aproveché mi tránsito hacia Pamplona para hacer algunas visitas interesantes en el camino. Lo cómodo hubiera sido seguir la autopista por la costa hacia San Sebastián y luego desde ahí tomar la de Pamplona, pero claro, eso era lo fácil. Con lo que a mí me gustan las montañas, iba yo a desaprovechar esta ocasión. Así que nada, me dije, vamos a cruzar los Pirineos siguiendo uno de los caminos históricos más importantes, la ruta del Camino de Santiago por el desfiladero de Roncesvalles hacia el puerto de Ibañeta. Qué bonito.
La primera visita la realicé en Saint-Jean-Pied-de-Port, la última etapa en el Camino de Santiago en Francia y situado antes de comenzar la subida del puerto. Saint-Jean-Pied-de-Port se asienta en un ancho valle, justo cuando el terreno comienza a tornarse más y más abrupto, y está poblado por bellas casas encaladas de estilo añejo que recuerdan mucho a los caseríos típicos del País Vasco. Tradicionalmente vinculado al reino de Navarra, el pueblo todavía conserva muchos elementos de un pasado medieval interesante muy marcado por ser una parada importante en el Camino de Santiago. Todavía se conserva buena parte del perímetro amurallado, las cuatro puertas de entrada a la ciudad medieval, y una iglesia gótica muy coqueta. Luego, en época moderna, cuando la ciudad pasa a dominio francés, estos la refortifican y crean una ciudadela en su parte superior y un nuevo cinturón de murallas abaluartadas que abrazan los nuevos arrabales, de las que aún se conservan algunos restos. Una visitilla interesante y reconfortante.
Vista hacia el noreste, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Río Nive y puente de piedra, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Río Nive a su paso por el pueblo, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Río Nive a su paso por el pueblo, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Plaza de la Iglesia, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Calle principal, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Calle principal, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Calle principal, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Hôtel de Ville, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Zona extramuros, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Puerta medieval, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Puerta medieval del puente, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Puerta medieval, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Puerta medieval con añadidos de época moderna, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Murallas de época moderna, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Lienzo de muralla de época medieval, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Lienzo de muralla de época medieval, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Lienzo y torreón medievales con añadidos de época moderna, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Lienzo de muralla de época moderna, Saint-Jean-Pied-de-Port |
Luego, a comer algo y a ponerse en carretera, que todavía quedaba lo más duro del viaje, la subida al Puerto de Ibañeta. Nada más salir de Saint-Jean-Pied-de-Port y cruzar la frontera con España, comienza lo divertido. La carretera de subida al puerto discurre por un desfiladero poblado de enormes riscos y frondosos bosques que poco a poco va ganando altitud después de pasar decenas de curvas, a menudo muy cerradas. Una subida lenta y tortuosa, pero de enorme y bello valor paisajístico. No en vano, es aquí donde la tradición ubica la derrota de Carlomagno, cuando la retaguardia de su ejército fue atacada por los vascones, hecho histórico que inspiró la famosa Chanson de Roland. No es difícil imaginarse, al adentrarse por el valle, a aguerridos montañeses encaramados en lo alto de inaccesibles riscos lanzando todo tipo de piedras y proyectillos a unos indefensos francos que poco o nada pudieron hacer por salvarse de esa lluvia mortal. Pobre gente, pero quién la mandaba a Carlomagno haber quemado Pamplona a su vuelta de Zaragoza y enfadar a los vascones. Que entonces, como hoy en día, ya eran reconocidos por su cabezonería.
Inicio del puerto de Ibañeta por el lado francés, Roncesvalles |
Puerto de Ibañeta, Roncesvalles |
Vista del valle hacia el norte (lado francés) desde el puerto de Ibañeta, Roncesvalles |
Vista del valle hacia el sur (lado español) desde el puerto de Ibañeta, Roncesvalles |
Finalmente me quedaba por visitar el pueblo navarro de Roncesvalles. Si por el lado francés el valle es abrupto y tortuoso, por el lado español la bajada es suave y escalonada, repleta de innumerables prados y pequeñas mesetas donde afloran pequeños caseríos y pastan a sus anchas rebaños de ovejas y vacas. Roncesvalles lo conforman apenas un puñado de casas, un albergue del siglo XIII y otro del siglo XVIII, un hospital de peregrinos de época contemporánea, una edificación un tanto peculiar románica utilizada como osario, una capilla gótica y la Iglesia de Santa María, una joya del gótico de principios del siglo XIII construida al más puro estilo de la Île de France. Roncesvalles para mí tiene un enorme valor, tanto histórico como sentimental, y por ello he decidido cruzar la frontera por este punto.
A nivel histórico, Roncesvalles era una parada obligatoria en el camino de Santiago, donde los peregrinos descansaban después de afrontar la tortuosa subida del puerto de Ibañeta. También, por otro lado, fue el lugar escogido por el rey navarro Sancho VII el Fuerte como lugar de enterramiento, cuyo cuerpo descansa en una capilla anexa al claustro de la Iglesia de Santa María. Además, es en el museo del pueblo donde se conservan las cadenas y la esmeralda del Almiramamolín, arrebatadas por este rey al califa almohade en el transcurso de la batalla de las Navas de Tolosa, allá por el año 1212. Qué pena que el museo y el claustro estuvieran cerrados por la tarde. El hecho de que sea temporada baja no ayuda, y mucho menos que las administraciones estén a dos velas. Maldita crisis. En fin, otra vez será, habrá que volver en otra ocasión a Don Sancho.
Por otro lado, para mí Roncesvalles tiene un enorme valor sentimental. La última vez que estuve en el lugar fue unos quince años atrás, cuando tenía diez u once años. Estábamos pasando las vacaciones mis padres y yo en Pamplona, en compañía de nuestros parientes navarros, cuando hicimos la típica excursión de un día para conocer los alrededores, y entonces aterrizamos en Roncesvalles. Recuerdo un día de intensa niebla, donde apenas se podía ver más allá de dos pasos de distancia. Entonces bajamos del coche y entramos en la Iglesia de Santa María. Yo ya había estado en otras iglesias en el pasado, pero quedé anonadado por la belleza de su arquitectura y sus finas formas. Entonces Javier, el marido de Caroli, se sentó a mi lado y me comenzó a dar la que quizás fue mi primera clase de Historia del Arte. Que esto es arte gótico, típico de la Edad Media. Fíjate en esas bóvedas de crucería, como la clave central reparte el peso entre los cuatro nervios, que a su vez descansan en los pilares. Fíjate también en los arcos apuntados, que permiten adelgazar las parades, ganar en altura y colocar extensas y coloridas vidrieras. Quizás aquel día, en ese lugar recóndito del pirineo navarro, comenzó mi pasión por la Historia, la arquitectura y la Historia del Arte, quién sabe. Lo que sí es cierto es que a partir de entonces comencé a mirar los edificios, sobre todo antiguos, con otros ojos. Bonita historia. Y lo mejor de todo es que la recuerdo como si fuera ayer. Quizás me hago mayor.
Prados junto al pueblo, Roncesvalles |
Camino de Santiago, Roncesvalles |
Capilla de Santiago, siglo XIII, Roncesvalles |
Silo de Carlomagno, antiguo osario y capilla, siglo XII, Roncesvalles |
Albergue de peregrinos, siglo XIII, Roncesvalles |
Iglesia de Santa María y Capilla Real, Siglo XIII, Roncesvalles |
Interior de la Iglesia de Santa María, Roncesvalles |
Detalles de las bóvedas de crucería, arcos apuntados y rosetones de la Iglesia de Santa María, Roncesvalles |
Edificaciones junto a la iglesia de Santa María, Roncesvalles |
Albergue de peregrinos, siglo XVIII, Roncesvalles |
Albergue de peregrinos, siglo XVIII, época contemporánea, Roncesvalles |
Finalmente, cuarenta minutos más de coche y llegada a Pamplona, donde me esperaban Caroli y Javier y he podido también departir con mis primos Fermín y Guillermo, a quienes por circunstancias de la vida hacía varios años que no veía. Y hoy a ver qué se tercia, porque todavía me quedaré un día más en la ciudad. ¡Un saludo!
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