¡Buenas tardes!
Acabo de llegar a Périgueux, una ciudad de unos treinta mil habitantes a unos 100 kilómetros al este de Bordeaux, en la región de Périgord (Aquitaine). No tenía pensado pasar por aquí, pero problemas logísticos de última hora con el alojamiento de Bordeaux me han hecho replantearme la noche de hoy lunes. Así que nada, chequeo de mapa y a ver qué hay interesante por el camino entre Clermont-Ferrand y Bordeaux. Y el resultado es Périgueux. En el próximo post contaré a ver qué me encuentro por aquí, aunque a simple vista tiene buena pinta. No adelanto más porque hoy toca seguir hablando de Auvergne.
Clermont-Ferrand se sitúa en el corazón de dicha región y es una ciudad de unos ciento cincuenta mil habitantes, pero forma una conurbanación urbana que en total suma cuatrocientos mil. A nivel industrial, es famosa por ser sede de la compañía Michelin, la empresa del muñeco gordito que fabrica neumáticos. A nivel geológico y estético, el paisaje es espectacular, pues la ciudad se yergue en una planicie rodeada de antiguos volcanes que se abre hacia levante. Y a nivel estético, la urbe no es menos; bellas plazas, callejuelas intricadas en pendiente y muchos, muchos edificios históricos e interesantes. Me ha llamado bastante la atención la cantidad de elementos arquitectónicos realizados a base de piedra negra, pero claro, debido a que la ciudad se asienta en una región volcánica no es difícil encontrar basalto y otras rocas graníticas, que son las que conforman la mayoría de las edificaciones de la ciudad.
Otro detalle que me ha llamado poderosamente la atención ha sido el hecho de que, a nivel histórico, la ciudad actual se compone de dos villas de origen totalmente diferente, Clermont y Montferrand, de cuya unión deriva el nombre actual de la población. Clermont se sitúa sobre el casco histórico actual, tiene orígenes galorromanos y en la Edad Media pasó a ser una ciudad gobernada por la Iglesia. En cambio, Montferrand es la típica bastida francesa medieval que se creó ex-novo a finales del XII o principios del XIII no muy lejos de la anterior, como una manera de contrarrestar por parte de la nobleza el poder eclesiástico. Ambas villas permanecerían separadas y funcionado como dos urbes totalmente autónomas hasta el siglo XVIII, cuando fueron unificadas por mandato real. Algo así como Pamplona o Budapest. Qué curioso.
Por tanto, como no podía ser de otra manera, los monumentos religiosos más importantes los encontramos en Clermont. He podido visitar una Catedral gótica muy bonita, que se asienta en la parte más alta de la mesa sobre la que se levanta el casco histórico de la ciudad. Una pena que tiraran en el siglo XIX las dos torres campanario que todavía se conservaban del primitivo templo carolingio, pero bueno, para ser sincero, la portada neogótica que los sustituyó, obra del genial arquitecto Viollet-le-Duc, no desentona en absoluto. Sin embargo, lo que me más me he impresionado en la basílica de Notre-Dame-du-Port, una imponente construcción románica que preside la zona oriental del casco histórico, y que está decorada de manera espectacular con decenas de columnas, bellos capiteles y complicados motivos geométricos. Aparte, algún que otro templo gótico y de épocas posteriores, pero nada comparable a lo descrito con anterioridad.
En cuanto al patrimonio arquitectónico civil de la ciudad de Clermont, muy digno. Alguna que otra casa donde todavía se preservan detalles románicos y góticos, pero son las menos. Clermont es sobre todo un lugar donde destaca un sobresaliento legado renacentista y barroco, aunque también se conservan notables edificaciones de épocas posteriores. Pero lo que más me gusta de todo, sin duda, es el contraste de la piedra negra típica del lugar con los resplandecientes encalados o enlucidos de vivos colores que decoran las fachadas. Todo un deleite para los sentidos perderse por sus intrincadas callejuelas y respirar el aroma de tiempos pretéritos.
Además de Clermont, claro, no podía dejar de visitar la otra villa histórica que forma parte de la ciudad, Montferrand. La misma se sitúa unos tres o cuatro kilómetros al este de Clermont, en otra especie de mesa que domina toda la región circundante. Como he comentado con anterioridad, Monterrand tiene forma de bastida, es decir, planta rectangular y trazado hipodámico fuertemente amurallado típico de las fundaciones francesas plenomedievales. Se conservan aproximadamente una cuarta parte de la antigua cerca muraria, una iglesia gótica de planta basilical y nave muy ancha y baja que me ha recordado bastante a algunos templos que le son contemporáneos en la ciudad de Barcelona, y una plaza de forma radiocéntrica donde se asentaba el antiguo castillo. Pero lo más sobresaliente, sin duda, es el festival de casas románicas, góticas y renacentistas que todavía pueblan y salpican el antiguo entramado. Vaya goce. Todo un paraíso para los amantes de la estratigrafia muraria, entre los que me incluyo.
Y para terminar, no podía irme de Clermont-Ferrand sin hablar de tres personajes que, a su paso por la ciudad, marcaron el devenir de la historia con sus actos.
En primer lugar, Vercingetórix, que consiguió agrupar a todas las tribus galas bajo su mando y plantar cara a Julio César durante la Guerra de las Galias. El caudillo galo era auverno, es decir, natural de la región donde se asienta Clermont-Ferrand. Pues bien, junto a la actual población, en el llamado Plateau de Gergovie, Vercingetórix consiguió inflingir a Julio César una sonora derrota en batalla que a punto estuvo de acabar con su carrera política y militar, quizás la única o una de las pocas de su vida. Lo que pasa es que Cayo Julio César estaba hecho de otra pasta, y acabó reponiéndose y ganando la guerra. En Clermont no se olvidan de su ilustre paisano, que hoy en día simboliza un ejemplo de libertad contra la tiranía y la opresión externa. Al igual que Viriato en España, por ejemplo. Bonito homenaje.
Otro personaje ilustre que dejó huella en la ciudad fue el papa Urbano II. Corría el año 1095 y al pobre hombre se le ocurre, a su paso por Clermont, llamar a la Cristiandad a socorrer los Santos Lugares en Medio Oriente, que acababan de perderse por parte del Imperio Bizantino a manos del Islam. Al año siguiente, centenares de nobles de todos los rincones del continente y miles de guerreros a sus mandos se ponen en marcha en una larga travesía que desembocaría, en el año 1099, con la toma de Jerusalén. La llama que prendió la mecha de una serie de peregrinaciones armadas durante los próximos 300 años desde Europa a Levante, hoy llamadas Cruzadas, que tuvieron una importancia capital en el desarrollo económico, político, económico y tecnológico de las sociedades occidentales por la ósmosis cultural que supuso entrar en contacto directo con Oriente. Pues bien, todo empezó en Clermont-Ferrand. ¡Muy interesante!
Y para finalizar, otro ilustre hijo de la ciudad, el famoso matemático, físico, filósofo y escritor del siglo XVII Blaise Pascal. Entre otras cosas, Pascal es el padre de los estudios sobre la presión atmosférica (la unidad de medida de presión en el Sistema Internacional hoy en día es el pascal), cuya dependencia de la altura verificó por un experimento que realizó en la cercana montaña del Puy de Dôme. Que todo queda en casa.
Bueno, eso es todo. Termino de escribir estas líneas que he quedado dentro de quince minutos con mi hoster en la puerta de la Catedral. Una sola noche, pero creo que suficiente, que luego me espera Bordeaux y el tiempo para Navidad se agota. ¡Bon soir!
Acabo de llegar a Périgueux, una ciudad de unos treinta mil habitantes a unos 100 kilómetros al este de Bordeaux, en la región de Périgord (Aquitaine). No tenía pensado pasar por aquí, pero problemas logísticos de última hora con el alojamiento de Bordeaux me han hecho replantearme la noche de hoy lunes. Así que nada, chequeo de mapa y a ver qué hay interesante por el camino entre Clermont-Ferrand y Bordeaux. Y el resultado es Périgueux. En el próximo post contaré a ver qué me encuentro por aquí, aunque a simple vista tiene buena pinta. No adelanto más porque hoy toca seguir hablando de Auvergne.
Clermont-Ferrand se sitúa en el corazón de dicha región y es una ciudad de unos ciento cincuenta mil habitantes, pero forma una conurbanación urbana que en total suma cuatrocientos mil. A nivel industrial, es famosa por ser sede de la compañía Michelin, la empresa del muñeco gordito que fabrica neumáticos. A nivel geológico y estético, el paisaje es espectacular, pues la ciudad se yergue en una planicie rodeada de antiguos volcanes que se abre hacia levante. Y a nivel estético, la urbe no es menos; bellas plazas, callejuelas intricadas en pendiente y muchos, muchos edificios históricos e interesantes. Me ha llamado bastante la atención la cantidad de elementos arquitectónicos realizados a base de piedra negra, pero claro, debido a que la ciudad se asienta en una región volcánica no es difícil encontrar basalto y otras rocas graníticas, que son las que conforman la mayoría de las edificaciones de la ciudad.
Vista del Plateau de Gergovie (fondo izquierda) y centro histórico de Clermont (derecha) donde destaca la Catedral, Clermont-Ferrand |
Place Delille, Clermont |
Boulevard por donde iban las antiguas murallas medievales, Clermont |
Place de la Victoire, Clermont |
Place de Jaude, corazón de la ciudad, Clermont |
Fuente renacentista en el casco histórico, Clermont |
Rue du Port, Clermont |
Calle del centro histórico, Clermont |
Calle del centro histórico, Clermont |
Calle comercial del casco histórico, Clermont |
Otro detalle que me ha llamado poderosamente la atención ha sido el hecho de que, a nivel histórico, la ciudad actual se compone de dos villas de origen totalmente diferente, Clermont y Montferrand, de cuya unión deriva el nombre actual de la población. Clermont se sitúa sobre el casco histórico actual, tiene orígenes galorromanos y en la Edad Media pasó a ser una ciudad gobernada por la Iglesia. En cambio, Montferrand es la típica bastida francesa medieval que se creó ex-novo a finales del XII o principios del XIII no muy lejos de la anterior, como una manera de contrarrestar por parte de la nobleza el poder eclesiástico. Ambas villas permanecerían separadas y funcionado como dos urbes totalmente autónomas hasta el siglo XVIII, cuando fueron unificadas por mandato real. Algo así como Pamplona o Budapest. Qué curioso.
Por tanto, como no podía ser de otra manera, los monumentos religiosos más importantes los encontramos en Clermont. He podido visitar una Catedral gótica muy bonita, que se asienta en la parte más alta de la mesa sobre la que se levanta el casco histórico de la ciudad. Una pena que tiraran en el siglo XIX las dos torres campanario que todavía se conservaban del primitivo templo carolingio, pero bueno, para ser sincero, la portada neogótica que los sustituyó, obra del genial arquitecto Viollet-le-Duc, no desentona en absoluto. Sin embargo, lo que me más me he impresionado en la basílica de Notre-Dame-du-Port, una imponente construcción románica que preside la zona oriental del casco histórico, y que está decorada de manera espectacular con decenas de columnas, bellos capiteles y complicados motivos geométricos. Aparte, algún que otro templo gótico y de épocas posteriores, pero nada comparable a lo descrito con anterioridad.
Portada neogótica de la Catedral, Clermont |
Vista lateral de la Catedral, Clermont |
Basillique Notre-Dame-du-Port, vista frontal, Clermont |
Basillique Notre-Dame-du-Port, vista lateral, Clermont |
Basillique Notre-Dame-du-Port, vista artística desde al ábside, Clermont |
Basillique Notre-Dame-du-Port, interior de la nave central, Clermont |
Basillique Notre-Dame-du-Port, detalle de la zona absidal, Clermont |
Église Saint Genès des Carmes, Clermont |
Iglesia barroca de Saint-Pierre-Les-Minimes, Clermont |
En cuanto al patrimonio arquitectónico civil de la ciudad de Clermont, muy digno. Alguna que otra casa donde todavía se preservan detalles románicos y góticos, pero son las menos. Clermont es sobre todo un lugar donde destaca un sobresaliento legado renacentista y barroco, aunque también se conservan notables edificaciones de épocas posteriores. Pero lo que más me gusta de todo, sin duda, es el contraste de la piedra negra típica del lugar con los resplandecientes encalados o enlucidos de vivos colores que decoran las fachadas. Todo un deleite para los sentidos perderse por sus intrincadas callejuelas y respirar el aroma de tiempos pretéritos.
Portada gótica de una vivienda medieval, Clermont |
Lateral del Mairie, Clermont |
Vivienda renacentista de cuatro plantas, Clermont |
Edificación barroca, Clermont |
Vivienda renacentista, Clermont |
Centre Blaise Pascal, antigua sede jesuita, Clermont |
Vivienda con elementos románicos, Clermont |
Galerías comerciales, arquitectura típica francesa de finales del XIX o principios del XX, Clermont |
Base de un torreón del perímetro amurallado, siglo XIII, Clermont |
Además de Clermont, claro, no podía dejar de visitar la otra villa histórica que forma parte de la ciudad, Montferrand. La misma se sitúa unos tres o cuatro kilómetros al este de Clermont, en otra especie de mesa que domina toda la región circundante. Como he comentado con anterioridad, Monterrand tiene forma de bastida, es decir, planta rectangular y trazado hipodámico fuertemente amurallado típico de las fundaciones francesas plenomedievales. Se conservan aproximadamente una cuarta parte de la antigua cerca muraria, una iglesia gótica de planta basilical y nave muy ancha y baja que me ha recordado bastante a algunos templos que le son contemporáneos en la ciudad de Barcelona, y una plaza de forma radiocéntrica donde se asentaba el antiguo castillo. Pero lo más sobresaliente, sin duda, es el festival de casas románicas, góticas y renacentistas que todavía pueblan y salpican el antiguo entramado. Vaya goce. Todo un paraíso para los amantes de la estratigrafia muraria, entre los que me incluyo.
Lienzo de muralla, siglo XIII, Montferrand |
Torreón circular que marca una de las esquinas del recinto, siglo XIII, Montferrand |
Torreón de la muralla, siglo XIII, Montferrand |
Place de la Rodade, Montferrand |
Place Marcel Sembat, Montferrand |
Calle del casco histórico, Montferrand |
Calle del casco histórico, Montferrand |
Cruce de las dos arterias principales del casco histórico, Monteferrand |
Calle del casco histórico, Montferrand |
Iglesia principal de estilo gótico, vista frontal, Montferrand |
Iglesia principal de estilo gótico, vista trasera, Montferrand |
Vivienda con elementos románicos y renacentistas, Montferrand |
La Maison de l'Élephant, estilo románico, Montferrand |
Vivienda con elementos románicos, tardogóticos y renacentistas, Montferrand |
Detalles góticos de una vivienda, Montferrand |
Elementos románicos, góticos y renacentistas en una vivienda, Montferrand |
Y para terminar, no podía irme de Clermont-Ferrand sin hablar de tres personajes que, a su paso por la ciudad, marcaron el devenir de la historia con sus actos.
En primer lugar, Vercingetórix, que consiguió agrupar a todas las tribus galas bajo su mando y plantar cara a Julio César durante la Guerra de las Galias. El caudillo galo era auverno, es decir, natural de la región donde se asienta Clermont-Ferrand. Pues bien, junto a la actual población, en el llamado Plateau de Gergovie, Vercingetórix consiguió inflingir a Julio César una sonora derrota en batalla que a punto estuvo de acabar con su carrera política y militar, quizás la única o una de las pocas de su vida. Lo que pasa es que Cayo Julio César estaba hecho de otra pasta, y acabó reponiéndose y ganando la guerra. En Clermont no se olvidan de su ilustre paisano, que hoy en día simboliza un ejemplo de libertad contra la tiranía y la opresión externa. Al igual que Viriato en España, por ejemplo. Bonito homenaje.
Estatua a Vercingetórix en Place de Jaude, Clermont |
Otro personaje ilustre que dejó huella en la ciudad fue el papa Urbano II. Corría el año 1095 y al pobre hombre se le ocurre, a su paso por Clermont, llamar a la Cristiandad a socorrer los Santos Lugares en Medio Oriente, que acababan de perderse por parte del Imperio Bizantino a manos del Islam. Al año siguiente, centenares de nobles de todos los rincones del continente y miles de guerreros a sus mandos se ponen en marcha en una larga travesía que desembocaría, en el año 1099, con la toma de Jerusalén. La llama que prendió la mecha de una serie de peregrinaciones armadas durante los próximos 300 años desde Europa a Levante, hoy llamadas Cruzadas, que tuvieron una importancia capital en el desarrollo económico, político, económico y tecnológico de las sociedades occidentales por la ósmosis cultural que supuso entrar en contacto directo con Oriente. Pues bien, todo empezó en Clermont-Ferrand. ¡Muy interesante!
Y para finalizar, otro ilustre hijo de la ciudad, el famoso matemático, físico, filósofo y escritor del siglo XVII Blaise Pascal. Entre otras cosas, Pascal es el padre de los estudios sobre la presión atmosférica (la unidad de medida de presión en el Sistema Internacional hoy en día es el pascal), cuya dependencia de la altura verificó por un experimento que realizó en la cercana montaña del Puy de Dôme. Que todo queda en casa.
Estatua a Blaise Pascal, Clermont |
Bueno, eso es todo. Termino de escribir estas líneas que he quedado dentro de quince minutos con mi hoster en la puerta de la Catedral. Una sola noche, pero creo que suficiente, que luego me espera Bordeaux y el tiempo para Navidad se agota. ¡Bon soir!
No comments:
Post a Comment