La ruta continúa. Ayer por la mañana empaqueté mis cosas, despedí a mis couch compañeros y tomé las de Villadiego camino de Polonia. Dresden, capital de la región alemana de Sachsen (Sajonia) se encuentra tan sólo a una hora en coche de la frontera, así que no me fue difícil llegar relativamente temprano a territorio eslavo. Luego, una hora y media más hasta la ciudad Wrocław (Breslau, en alemán), capital de Silesia.
La continuidad en el paisaje es evidente. Coníferas y caducifolios por doquier, aunque cada vez aparecen más tierras roturadas y preparadas para el cultivo en lugar de bosques. Y el territorio, a pesar de continuar ondulado, se suaviza a medida que pasan los kilómetros y se va haciendo llano. Las grandes llanuras loésicas se abren a mis pies. Grandes extensiones de terreno extremadamente fértiles, ayudadas por un clima continental templado que permite excelentes cosechas durante la estación estival. Wrocław, además, se encuentra en la vega del río Oder (Odra, en polaco), en el top 10 de los grandes ríos europeos. Interesante. Silesia también posee industrias y un sector minero bastante importante, sobre todo en las montańas del sur del país, frontera con Moravia (República Checa). Una región por descubrir, con excelentes posibilidades económicas y recursos, pero que están por explotar. Otro gallo cantaría si esto fuera Alemania. Pero estamos en Polonia.
Para ser sincero, tenía un poco de miedo pues me habían advertido del estado de las carreteras en Polonia, mucho más deficiente que en los países occidentales. Sin embargo, he llegado en autopista a mi destino y me ha parecido magnífica, y eso es porque según parece gracias a la Eurocopa del pasado verano le han pegado un lavado de cara bastante interesante a las principales infraestructuras del país. Menos mal, justo a tiempo para mí. Y por lo visto la autopista continúa hasta Kraków (Cracovia), así que tendré otros 200 kilómetros de tranquilidad hacia el este. Pero no todo el monte es orégano, porque ayer me contaron que de ahí hasta Lituania me esperan 700 kilómetros de nacionales. Mal firme, socavones, badenes, ausencia de arcenes y cruzar veinte mil pueblos por el medio. Al menos ya estoy advertido, y no haré la ruta del tirón si no que la partiré en dos días para ir más descansado. Sin embargo, hay que ver la botella medio llena, pues esto me permitirá conocer el interior de Polonia de verdad. Como el valiente que cruzaba España hace treinta años, vaya.
De momento, descanso en el piso de Asia, mi hoster en la ciudad de Wrocław, una chica polaca que trabaja de Sales Manager en una multinacional del país. Digo descanso porque ayer fue el primer día desde que empecé el viaje que he hecho horario de salidas espańol. Osea, llegada a casa las siete de la mañana tras una noche de cerveceo por los principales lugares de ocio nocturno de la urbe en compañía de Asia y algunos amigos. Por cierto, muy simpáticos estos polacos, gente maja y enrollada. Pero hay que ver cómo beben. Impresionante. Estoy empezando a pensar que en Europa Central la sociedad tiene un grave problema con el alcohol, porque lo que estoy viendo por aquí desde hace algunas semanas no tiene nombre. Menos mal que estoy algo mayor y llega un punto en el que digo hasta aquí llegué y sigo con refrescos de cortesía, porque si no acabaría con la cabeza empotrada en la mesa. Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo, como dice el refrán, y aquí estoy, fresco como una rosa. Experiencia, equilibrio y moderación, qué gran conjunción.
Hoy supongo que tocará salir un poquito de nuevo, pero de manera relajada porque Asia al día siguiente (menos mal). A seguir conociendo la cultura del país. Mañana, por ende, espero tener tiempo para perderme un poco por la ciudad en soledad, visitar los principales monumentos y hacer fotitos. Pero bueno, todo a su debido tiempo, no hay prisa.
Feliz domingo.
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