Saturday, November 10, 2012

Vilnius, LT. En los confines de la Europa comunitaria.

Bueno, aquí andamos en Vilnius (capital de Lituania), al otro extremo de la Europa comunitaria. O mejor dicho, lo que viene siendo tirando para Cuenca a mano derecha. Según Google Maps, casi 4.000 km por el camino más corto a Cádiz. Un tema, vamos, como para decir vuelvo un momento a casa que se me ha olvidado lo que sea. Hay que pensárselo dos veces. En fin, que me voy por las ramas. Aquí en la ciudad visito a mi amiga Giedre, antigua compañera de trabajo en Barcelona durante mi primera experiencia profesional en Enormo, quien hace dos años y pico se volvió a Lituania para trabajar en su ciudad natal. Qué bonito es volver a ver viejos amigos y pasar tiempo con ellos.

Pero la historia no empieza aquí, sino ayer a las siete y media de la mañana, cuando me pongo en marcha desde Kraków en dirección al norte. Por delante, 750 kilómetros y la odisea de atravesar Polonia entera por nacionales, una tarea harto tediosa. Sobre todo los 300 primeros kilómetros, hasta Warszawa (Varsovia), que me llevaron 5 horas. Camiones, furgonetas, más camiones, semáforos, obras y quinientos pueblos por medio. Y yo a punto de cortarme las venas. Todo ello por un terreno ondulado, donde las colinas parecían no tener fin y era imposible adelantar. Menos mal que llegando a Warszawa, y a partir de ahí, el paisaje se fue haciendo más y más llano, con rectas enormes que atravesaban grandes extensiones de terreno, granjas y bosques perdidos que se perdían en el infinito, camino del noreste. Pero por lo menos se podía correr un poco más, y adelantar. Cuanto más al norte el poblamiento se hacía cada vez más disperso, y los árboles caducifolios cada vez tenían menos hojas, señal de que avanzaba a latitudes más altas y el clima se hacía progresivamente más frío. Si es que la naturaleza no engaña. Quién necesita GPS pudiendo uno orientarse con el sol y el entorno natural que le rodea. En fin, que me voy otra vez por las ramas. Finalmente, llego a la frontera y se me hace de noche (a las cuatro de la tarde), con 200 kilómetros por delante y carreteras de doble sentido con carteles el lituano (me hubieran dicho que es chino y me lo hubiera creído) por las que jamás he transitado. Divertido. Afortunadamente las carreteras en Lituania son un poco mejores que en Polonia, tienen un arcén decente y el firme no es muy malo. Pero tampoco para tirar cohetes. Por lo menos mi amigo el GPS de los de antaño (de papel, como Dios manda, que diria un buen cristiano) no engaña. Bueno, lo importante es que llegué a Vilnius a media tarde, vivito y coleando. Once horas de viaje entre pecho y espalda, que se dice pronto.

Esta mañana, por ende, hemos pasado el tiempo de manera relajada paseando por la ciudad, y por la tarde hemos visitado con Rasa, la hermana de Giedre, un museo sobre la KGB. Un lugar muy interesante, con numerosa información sobre la Segunda Guerra Mundial en el país, la acción de los partisanos lituanos (una especie de maquis pero de esta tierra) durante la posguerra contra la ocupación soviética y muchísimo material de espionaje y contraespionaje. Digno de ver. Sobre todo por el emplazamiento, el antiguo cuartel general de la KGB en la ciudad, que incluye la visita de sus cárcelas y una habitación donde llevaban a los prisioneros políticos e intelectuales de la sociedad lituana para mandarlos al otro barrio, que calladitos no molestaban. Cara a la pared, disparo en la cabeza y a una fosa común. Pin pan. Se conservan perfectamente los orificios en la pared que dejaban las balas fruto de tales ejecuciones. Brutal, pero real como la vida misma. Vaya siglo XX, menos mal que ya estamos en el XXI.

Con respecto a la ciudad, Vilnius, al igual que toda Lituania, se yergue en terreno llano, surcada por ríos y rodeada de extensos bosques. La ciudad antigua deja paso a enormes barriadas de aspecto soviético, mezclada con otras zonas de edificios más modernos construidos a partir de la independencia del país en el año 1990 y de aspecto más occidental. El casco histórico de la ciudad es bonito y transmite tranquilidad, y está repleto de construcciones nobles de los siglos XIX y XX.

Río Neris y vista de la parte nueva de la ciudad, Vilnius

En un extremo de la ciudad de la antigua, y pegado al río, se alza la catedral, de finales del XVIII, que corona una gran plaza. Junto a ella, el antiguo Palacio Real, también del XVIII o quizás del XIX, un edificio nada espectacular comparado con los grandes palacios reales del oeste de Europa pero sí muy digno.

Catedral y torre, Vilnius

Palacio Real, Vilnius

Como no podía ser de otro modo, hemos visitado también el antiguo castillo de Vilnius, llamado Gediminas en honor del primer Duque de Lituania, quien lo fundó en el siglo XIV y que con el paso de los años dio origen al actual núcleo urbano. El castillo se levanta sobre una colina que se sitúa en un meandro del río y desde él hay una buena panorámica de la urbe. Se conservan restos del antiguo Palacio Ducal medieval, muy mal conservado, y la antigua Torre del Homenaje, muy reconstruida en época moderna. Sin embargo, merece la pena subir tan sólo por las vistas.

Castillo Gediminas, Vilnius

Antiguo Palacio Ducal en el castillo Gediminas, Vilnius

Torre del Homenaje del castillo Gediminas, Vilnius

Como he comentado, el centro de la ciudad me ha transmitido, sobre todo, paz y tranquilidad; muy en consonancia con el carácter de los lituanos. Bastante arquitectura del siglo XX, algo del XIX y escasos restos anteriores, donde destacan quizás algunas iglesias barrocas del XVIII. Poco más de épocas anteriores, muy integrados con edificaciones posteriores. La típica ciudad báltica, diría yo. Pero tampoco puedo hablar mucho, que es la primera que visito en persona. Ya corroboraré (o no) esta percepción en futuros posts.

Calle principal del centro, Vilnius

Calle del centro histórico, Vilnius

Plaza del centro, Vilnius

Puestos de cuadros en plaza céntrica, Vilnius

Iglesia barroca, Vilnius

Pseudo-romería en iglesia, Vilnius

Antigua puerta de entrada a la ciudad, Vilnius

Plaza céntrica, Vilnius

Finalmente, el momento de mayor felicidad del día. Tras una larga odisea y muchos quebraderos de cabeza a lo largo de las últimas dos semanas, Giedre me ha ayudado a cambiarle a mi coche los neumáticos y ponerle los de invierno, indispensables para transitar por estas latitudes en la época del año en la que nos encontramos (estando lo peor de nieve, hielo y frío por llegar). Y encima nuevos del paquete y a buen precio, que para eso estamos en Europa del este. Cool. Me llevo para la posteridad la siguiente instantánea, la cual me hace recordar que las posibilidades de llegar a España para Navidades de una manera satisfactoria aumentan exponencialmente. Sin patinar como una bailarina de danza clásica por las carreteras del viejo continente, quiero decir. Precaución, amigo conductor, como dice la canción. Al menos ya estoy preparado.

Cambio a neumáticos de invierno, Vilnius

Ahora, a descansar que mañana Giedre me ha dicho que me va a llevar a ver algún pueblo bonito de los alredores. Seguro que es precioso, sólo queda que acompañe el día. Me conformo con que el tiempo sea como hoy, entre 4 y 6 grados de temperatura y un poco de sol, nubes y lluvia alternados. O lo que es lo mismo, un tiempo de perros en mi tierra que aquí no deja de ser una alegría suprema. Que estamos a mitad de noviembre y todo lo que sea estar sobre cero es para tocar la pandereta.

¡Buenas noches bálticas! 

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