Wednesday, November 14, 2012

Palanga, Kretinga, Klaipeda, LT. En la Lituania profunda.

¡Buenas tardes!

Llevo ya dos noches en Klaipeda... ¡Y qué bien estoy! Vivo en una buhardilla-apartamento propia, parking privado para el coche, servicio de habitaciones diario, WI-FI que va super rápido y para colmo me traen el desayuno todos los días a la habitación en una cestita. ¡Esto es vida!

Así que, como podéis imaginar, ha sido una verdadera pena retrasar mi estancia en la ciudad un par de días más, hasta el lunes de la semana que viene. Iba a coger el ferry el sábado para Alemania, pero se habían agotado los billetes baratos y sólo quedaban plazas en cabina, que cuestan más del doble. Pero no pasa nada, me espero al lunes y cojo otro ferry a Kiel. Total, un par de noches más de apartamento más el ferry del lunes cuestan menos que el ferry del sábado. Y encima, un día más de fiesta y otro día más de relax aquí a orillas del Mar Báltico con Javi Vicente y sus amigos. Equilibrio. Perfección. Paraíso. Una pena lo del ferry, vamos.

Ayer, por ejemplo, aprovechamos para hacer una pequeña excursión a un par de pueblos situados al norte de Klaipeda. El viaje lo hicimos Javi Vicente, un amigo suyo que comparte residencia con él oriundo de Sanlúcar que se llama José y yo. Un día ameno, que me ha servido para hacerme una idea de lo que es la Lituania profunda, alejada de Vilnius, Kaunas y Klaipeda, las tres grandes ciudades del país.

En primer lugar, fuimos a Palanga, una villa que se encuentra unos 20 kilómetros al norte de Klaipeda, junto al mar. El típico pueblo turístico de playa, con apartamentos y casas de veraneo que inundan el entramado urbano. A mí me recordó a Valdelagrana, pero versión báltica. Por lo menos me sirvió para ver el mar, que hacía como un mes que no lo veía (la última vez fue en Ravenna, en el Adriático), porque aunque Klaipeda tiene costa todavía no me había acercado para verla y sentir la fresca brisa marina en el rostro. Finas playas de arena blanca, bosques que casi entran en el agua y un oleaje embravecido nos dieron la bienvenida. El mar... ¡Qué alegría!

Paseo que conduce a la playa, Palanga

Final del paseo que conduce a la playa, Palanga

Playa hacia el norte, Palanga

Playa hacia el sur, Palanga

Mar Báltico, Palanga

Costa litoral, Palanga

Luego nos dirijimos a Kretinga, muy cerca de este último pero en el interior. Nada reseñable que destacar, quizás un monasterio e iglesia franciscanos del siglo XVII, pero muy restaurados tras la Segunda Guerra Mundial. Una plaza grande con varios comercios, calles adyacentes con el firme mal asfaltado y muchos lituanos que nos miraban extrañados, como diciendo qué hacen esta gente aquí. Simple, pero simpático.

Plaza principal e iglesia neogótica, Kretinga

Plaza principal, Kretinga

Plaza principal, Kretinga

Monasterio franciscano, Kretinga

¡Hasta pronto!

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