¡Buenas tardes!
Da gusto estar de vuelta por Sajonia. Parece mentira, pero hace unas tres semanas me encontraba en Dresden, al este de esta región, antes de cruzar la frontera con Polonia. ¡Cómo pasa el tiempo! Ahora mismo estoy en Magdeburg, una ciudad de tamaño medio que se sitúa a una hora y pico en coche al oeste de Berlín, y de la que tendré ocasión de hablar largo y tendido próximamente (casi con total seguridad mañana) porque posee una amplia y dilatada historia y preciosos monumentos. En esta ciudad me quedo en casa de Tina, una chica alemana muy simpática que está haciendo un doctorado en la universidad y de vez en cuando hace de camarera en un bar de tapas (las buenas costumbres patrias se ve que funcionan en el extranjero). ¡Gracias Tina por tu hospitalidad!
Sin embargo, antes de llegar a Magdeburg y, como no podía ser de otra forma, he parado para conocer una ciudad por el camino. En este caso se trata de Stendal, una urbe de unos treinta mil habitantes a la que hasta el día anterior ni siquiera había oído hablar de ella. A ver, que mañana voy a Magdeburg, dónde puedo parar. Google Maps y Wikipedia, seguro que hay algo interesante. ¡Y Eureka! Ciudad perteneciente a la Liga Hanseática, que adquirió importancia durante la Baja Edad Media como un enclave comercial situado a caballo entre los puertos bálticos del norte y las grandes urbes del centro y sur de Alemania. Arquitectura gótica muy notable del llamado estilo de ladrillo y piedra, tan típico por estas latitudes. Un par o tres de iglesias bien esbeltas, algún edificio barroco sobresaliente, un Rathaus medieval y renacentista coqueto y mucha, mucha tranquilidad. Pero, sobre todo, un par de esbeltas puertas del perímetro amurallado del siglo XV, estupendas, por las que sólo por ellas ha merecido la pena detenerse. En resumen, un lugar ideal para pasar media jornada, tomar un frankfurt de almuerzo y continuar el camino. Además, investigando un poco, resulta que el famoso escrito Henry-Marie Beyle, conocido como Stendhal, tomó su pseudónimo en honor a la ciudad y en especial por su más ilustre hijo, Winckelmann, una notable personalidad del siglo XVIII al que se le considera el padre de la arqueología clásica y la historia del arte; y del que el escritor era un reconocido admirador. Qué casualidad, con lo que a mí me gustan estos temas. Así que nada, disfrutando la visita a la ciudad de Stendal como un enano. Nunca te acostarás sin aprender nada nuevo, dicen. Qué gran verdad.
Tras este corto overview, sesenta kilómetros más de coche hacia Magdeburg. Nada más llegar al piso y conocer a Tina y su compañera de piso, a comprar al supermercado y volver a casa para preparar una estupenda cena para nosotros y una amiga que venía de visita. Todo ello bien regado con un delicioso y refrescante vino blanco español. Como si nos conociéramos de toda la vida, y apenas hacía un par de hora que nos habíamos saludado por primera vez. Cómo mola el Couch Surfing. Estos alemanes en realidad son de Cádiz, lo que pasa que todavía no lo saben.
¡Hasta muy pronto!
Da gusto estar de vuelta por Sajonia. Parece mentira, pero hace unas tres semanas me encontraba en Dresden, al este de esta región, antes de cruzar la frontera con Polonia. ¡Cómo pasa el tiempo! Ahora mismo estoy en Magdeburg, una ciudad de tamaño medio que se sitúa a una hora y pico en coche al oeste de Berlín, y de la que tendré ocasión de hablar largo y tendido próximamente (casi con total seguridad mañana) porque posee una amplia y dilatada historia y preciosos monumentos. En esta ciudad me quedo en casa de Tina, una chica alemana muy simpática que está haciendo un doctorado en la universidad y de vez en cuando hace de camarera en un bar de tapas (las buenas costumbres patrias se ve que funcionan en el extranjero). ¡Gracias Tina por tu hospitalidad!
Sin embargo, antes de llegar a Magdeburg y, como no podía ser de otra forma, he parado para conocer una ciudad por el camino. En este caso se trata de Stendal, una urbe de unos treinta mil habitantes a la que hasta el día anterior ni siquiera había oído hablar de ella. A ver, que mañana voy a Magdeburg, dónde puedo parar. Google Maps y Wikipedia, seguro que hay algo interesante. ¡Y Eureka! Ciudad perteneciente a la Liga Hanseática, que adquirió importancia durante la Baja Edad Media como un enclave comercial situado a caballo entre los puertos bálticos del norte y las grandes urbes del centro y sur de Alemania. Arquitectura gótica muy notable del llamado estilo de ladrillo y piedra, tan típico por estas latitudes. Un par o tres de iglesias bien esbeltas, algún edificio barroco sobresaliente, un Rathaus medieval y renacentista coqueto y mucha, mucha tranquilidad. Pero, sobre todo, un par de esbeltas puertas del perímetro amurallado del siglo XV, estupendas, por las que sólo por ellas ha merecido la pena detenerse. En resumen, un lugar ideal para pasar media jornada, tomar un frankfurt de almuerzo y continuar el camino. Además, investigando un poco, resulta que el famoso escrito Henry-Marie Beyle, conocido como Stendhal, tomó su pseudónimo en honor a la ciudad y en especial por su más ilustre hijo, Winckelmann, una notable personalidad del siglo XVIII al que se le considera el padre de la arqueología clásica y la historia del arte; y del que el escritor era un reconocido admirador. Qué casualidad, con lo que a mí me gustan estos temas. Así que nada, disfrutando la visita a la ciudad de Stendal como un enano. Nunca te acostarás sin aprender nada nuevo, dicen. Qué gran verdad.
Breite Strasse, principal calle comercial de la ciudad, Stendal |
Plaza al final de Breite Strasse, Stendal |
Brüderstrasse, Stendal |
Calle típica del centro, Stendal |
Casas en la plaza del Markt, Stendal |
Rathaus y plaza del Markt, Stendal |
Marienkirche, Stendal |
Rathaus y Marienkirche, Stendal |
Rathaus y Marienkirche, Stendal |
Estatua de Roland frente al Rathaus, Stendal |
Petrikirche, Stendal |
Jakobikirche, Stendal |
Dom Sankt Nikolai, Stendal |
Pulverturm, torre defensiva de la muralla medieval, Stendal |
Tangermünder Tor, Stendal |
Uenglinger Tor, Stendal |
Tras este corto overview, sesenta kilómetros más de coche hacia Magdeburg. Nada más llegar al piso y conocer a Tina y su compañera de piso, a comprar al supermercado y volver a casa para preparar una estupenda cena para nosotros y una amiga que venía de visita. Todo ello bien regado con un delicioso y refrescante vino blanco español. Como si nos conociéramos de toda la vida, y apenas hacía un par de hora que nos habíamos saludado por primera vez. Cómo mola el Couch Surfing. Estos alemanes en realidad son de Cádiz, lo que pasa que todavía no lo saben.
¡Hasta muy pronto!
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